Los antivirales que vienen ya existen y se llaman iminoazúcares
Orientado a buscar terapias para los causantes de enfermedad que más preocupan en la actualidad: los coronavirus y el virus de la gripe
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Entre otras muchas cosas, los virus son diferentes de las bacterias porque necesitan usar células del huésped que invaden para replicarse. Esta particularidad ha permitido que se identifiquen sus respectivos talones de Aquiles para destruir algunos de ellos. Es un campo de conocimiento muy orientado a buscar terapias para los causantes de enfermedad que más preocupan en la actualidad: los coronavirus y el virus de la gripe, según cuatro expertos de la Universidad de Oxford, que publican sus reflexiones en la revista The Lancet.
Los autores, Raymond A. Dwek, John I. Bell, Marc Feldmann y Nicole Ziztmann, explican que los compuestos antivirales orales de amplio espectro que se han desarrollado en los últimos años se dirigen al huésped y, por eso, las mutaciones en los virus no afectan a su eficacia. Los medicamentos contra el huésped también pueden emplearse contra los nuevos virus incluso antes de que conozcamos bien a esos causantes de enfermedad. Según ellos, esa es la clave para prevenir las inevitables epidemias que están por venir y evitar que acaben convirtiéndose en pandemias.
La mayor parte de los virus encapsulados o envueltos necesitan usar rutas mediadas por glucosa en la célula humana infectada para dar forma a su estructure tridimensional correctamente. Ese proceso implica el uso de enzimas de la célula. Los fármacos que inhiben esas enzimas en el organismo «invadido» pueden impedir que el virus se replique.
En los últimos 25 años se ha desarrollado una familia de fármacos llamados iminoazúcares que inhiben esas proteínas que los virus necesitan. Los fármacos de este tipo se han estudiado durante las últimas dos décadas y muestran que pueden reducir la carga viral y aumentar la supervivencia en modelos animales de la hepatitis B crónica, la hepatitis C, la encefalitis japonesa, el dengue y la gripe.
Cuando se ha probado su acción en experimentos de laboratorio con el VIH, incluyendo variantes resistentes a múltiples medicamentos, los iminoazúcares han mostrado ser activos frente a diferentes variedades genéticas y a muestras del virus recogidas en diferentes regiones del mundo. Con el virus de la hepatitis C se ha observado algo parecido, así como con el dengue. Cuando se pudo realizar ese tipo de prueba con el SARS-CoV-2, estos medicamentos se comportaron de la misma forma.
La clave está en el huésped
Para estos investigadores, es determinante que el medicamento esté “libre del control genético del virus”. Los iminoazúcares también podrían ser antivirales para las variantes de este coronavirus, incluyendo las que aún no cuenten con vacunas adaptadas, y a todas la mutaciones que pudieran producirse de forma natural o como una reacción del virus a las terapias disponibles (mencionan inhibidores de la proteasa como Paxlovid o inhibidores de la polimerasa como molnupiravir).
Ya se dispone de datos que muestran que se pueden administrar iminoazúcares a bajas concentraciones tres veces al día durante siete días, que es el periodo que suele requerirse en una infección aguda, recuerdan. En un estudio del equipo firmante de la carta, se descubrió que una única dosis (un poco más elevada) de iminoazúcar previene la muerte de ratones infectados con dosis letales de virus de la gripe o el dengue, incluso si se administra días después de que los animales hayan contraído la infección, y han visto que su eficacia tiene que ver con la inhibición de una enzima llamada glucosidasa I.
Por eso llaman la atención de sobre los antivirales que actúan inhibiendo esa enzima concreta, ya que «podrían administrarse después de una infección, y en una sola dosis, lo cual sería particularmente útil en escenarios pandémicos, y en países con menos recursos».
Usar esa diana es una idea extraída de un estudio en el cual se identificó a dos hermanos con deficiencia de esta proteína que no tenían antecedentes de infecciones por virus ni respondían a las vacunas frente a virus. Los autores de esa investigación, que se publicó en 2014 en la revista The New England Journal of Medicine, sugerían que había un beneficio potencial de usar inhibidores de la glucosidasa I para controlar las infecciones por virus, «sobre todo las que amenazan con extenderse rápidamente por todo el mundo».
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